lunes, 22 de octubre de 2018

Caminando sobre las aguas




Él les dijo: ¿Por qué estáis amedrentados, hombres de poca fe? Entonces se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma (Mateo 8, 26).

Creer no es lo mismo que tener fe,  puedes creer en la existencia de Dios, por ejemplo, y sin embargo no tener fe en Dios. ¿Es suficiente sólo creer? La respuesta es NO. Santiago escribió: "Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan" (Santiago 2:19). Los demonios no tienen la menor duda de la existencia de Dios.

"Pedro le contestó: Señor, si eres tú mándame ir hacia ti andando sobre el agua. Él le dijo: Ven. Pedro bajó de la barca y se echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame. Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?" (Mateo 14, 28-32). La fe, más allá de sólo creer, implica  una obediencia a ciegas, una obediencia sobrenatural, en la cual estamos seguros que para Dios nada es imposible. Sólo Dios puede aumentarnos la fe, es por ésto que hay que pedírsela, porque cuando Dios nos ordena hacer algo, generalmente no le encontraremos sentido. Esto es la fe, creer sin fundamentos  de una manera ciega, para lo cual es necesario  despojarnos de toda duda y razonamiento.


Pedro creía en Jesús como el Cristo, y sin embargo ante la tempestad dudó y no obedeció a Jesús que le llamaba ir con Él, por eso fue que Pedro se hundió. Así como Pedro dudamos muchas veces ante los problemas de la vida, titubeamos, olvidamos que es Jesús quien está con nosotros, sin abandonarnos, llamándonos a ir hacia Él en ese momento de crisis. Jesús siempre nos espera con  los brazos abiertos, somos nosotros los que dudamos y nos hundimos, nos olvidamos que Dios es quien tiene control sobre todas las circunstancias, y que todo lo que permite que suceda, es para el bienestar y crecimiento espiritual de sus hijos. Así que si crees en Dios, no olvides que por lo que sea que estés pasando, Dios está contigo con un propósito en medio de la tormenta, de modo que cuando salgamos de la batalla nunca saldremos igual que cuando empezamos, con algunas heridas, seguro, pero con crecimiento espiritual que desde la comodidad del "no pasa nada", no hubiéramos adquirido. Para ganar al ser renovado en que nos convertimos caminando sobre las aguas, debemos despojarnos del viejo yo  mundano e incrédulo.

Pidamos a Dios que destruya de nosotros toda duda, razonamiento, incredulidad,  y argumento, para que aumente nuestra fe. Al final del día, si Dios está con nosotros, ¿qué cosa fuera de Su control podría pasarnos? Nada. No se cae ni la hoja de un árbol sin que Dios lo permita. 



jueves, 23 de agosto de 2018

La mirada de Cristo


Si hay algo que los demonios no soportan, es el amor tan inmenso que Dios nos tiene, tanto así como para mandar a su hijo único a darnos vida, en abundancia y eterna. 

Estaba Jesús cargando la cruz, maltratado físicamente, injuriado, calumniado, difamado, burlado, humillado; mientras los demonios seguían cada paso que daba, arrastrándose y retorciéndose, gritando "no puedo, con esa mirada de misericordia a pesar de todo, no puedo". Y es precisamente esta actitud, hermanos, la que debemos seguir; el amor de Cristo a pesar del dolor, pensando en cada uno de nosotros por nuestro nombre, pensando en todos los que le atormentaban, pidiendo perdón por ellos, amándolos; pensando que todo lo que sufría, sería por amor para salvarnos. 

En medio del sufrimiento, Jesús sólo tenía amor. A pesar de que se ensañaron con él, Él sólo tenía amor, nada más. No existió un momento de odio en él, sólo amor, el cual lleva de la mano el perdón. 

Si Jesús, siendo inocente, y siendo Dios, ante tanto sufrimiento sólo tuvo amor, ¿quiénes somos nosotros para violentarnos ante las ofensas que recibimos del prójimo? También nosotros somos humillados, también nosotros somos calumniados, también nosotros hemos sido burlados; también nosotros somos prójimo.

En el Padre Nuestro encontramos una frase muy dicha, pero con poca conciencia de ella, "perdona nuestros pecados así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Si nosotros queremos realmente que Dios perdone nuestros pecados, ¿cómo podemos guardar rencor en nuestro corazón contra nuestros enemigos? ¿Por qué mirar la paja que está en el ojo del otro, y no vemos primero la viga que está en nuestro propio ojo? O en otras palabras "aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra." Juan 8, 7. No somos nadie para juzgar, sólo Dios juzga. Nuestro deber como cristianos es sólo amar, como Jesús, amar a pesar de todo y a todos, sin excepción. La respuesta al amor, es el amor, y la mejor respuesta al odio, es también el amor.

Evangelio según San Mateo, 5, 38-48 "Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente.» Pero yo les digo: No resistan al malvado. Antes bien, si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te hace un pleito por la camisa, entrégale también el manto. Si alguien te obliga a llevarle la carga, llévasela el doble más lejos. Da al que te pida, y al que espera de ti algo prestado, no le vuelvas la espalda. Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y no harás amistad con tu enemigo.» Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores, para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos. Porque él hace brillar su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos y pecadores. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué mérito tiene? También los cobradores de impuestos lo hacen. Y si saludan sólo a sus amigos, ¿qué tiene de especial? También los paganos se comportan así. Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo.


lunes, 13 de agosto de 2018

¡Basta de Silencio!


Porque por callar, es que el mundo está podrido. Estamos viviendo un tiempo de crisis espiritual, más que nunca es hora de hablar, actuar y predicar el Evangelio. 

Como Iglesia de Cristo, somos un cuerpo, con diferentes partes, donde Cristo es y debe ser la cabeza, y nosotros los miembros. Nosotros somos los que actuamos; la mirada de Dios para el afligido, la sonrisa de Dios para el triste, las manos de Dios que ayudan al necesitado, los oídos que escuchen al que necesite ser escuchado, y la voz de Dios para quien necesite escuchar su Palabra. 

Tenemos mandato del mismo Cristo en Marcos 16:15 "Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura." De tal manera que cuando no proclamamos la Palabra del Señor, somos infieles

Vivimos en una sociedad tan cómoda que evitamos a toda costa caer en conflicto con los demás, hoy en día la gente prefiere una mentira que le de tranquilidad, a una verdad que aunque duela, le muestre el camino hacia la salvación de su propia alma. Pero decirle a la gente sólo lo que quiere escuchar, nos convierte en tibios, y Dios escupe a los tibios. Apocalipsis 3,16 "Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca".

Dios no quiere siervos inútiles, Lucas 19, 22 "El le contestó: Siervo inútil, por tus propias palabras te voy a juzgar", yo agregaría aquí que también por la falta de palabras se nos juzgará. Dios necesita más que nunca guerreros valientes para trabajar para el Reino. Necesitamos ganar almas para Dios, en medio de esta guerra invisible en que luchamos contra el exceso de libertad disfrazada de mente abierta. Debemos renunciar a nosotros mismos, a nuestra zona de confort, a nuestra comodidad donde si no me pasa a mi, no me importa, para poder vivir, actuar y hablar no lo que nosotros queremos, si no más bien lo que Dios quiere que digamos: la verdad, y es la verdad la que nos hará libres (Juan 8, 32). ¿Libres de qué? De las cadenas del pecado, del mundo, de la falta de sensibilidad al prójimo, de la falta de amor a Dios. 

Pero, ¿cómo podemos hablar la verdad? Todo cristiano sabe que la verdad, es Cristo. Volvemos a tocar el punto donde no se puede dar lo que no se tiene; así que es hora de tomar tu Biblia, momento de ir al templo, de buscar lecturas que abran tu mente hacia los caminos de Dios. Mas no miremos desde arriba, como jueces, si no que humilde y amablemente, podemos proponer cambios, y defender a los débiles, aunque esto nos trajera problemas con el mundo, lo que importa es hacer la voluntad de Dios. 


viernes, 27 de julio de 2018

Los amigos del paralítico


Jesús sana a un paralítico, ¿un milagro más? No. Este milagro lo hace el Señor no por la fe del paralítico, sino por la fe de sus amigos, que fueron capaces de romper el techo de una casa, atarlo con cuerdas y bajarlo a la vista de todos, sin importar el ridículo o las habladurías, todo para que su amigo fuera visto por Jesús. Esto debe cuestionarnos ¿qué estamos haciendo nosotros por nuestros amigos?

La palabra amigo  hoy en día se utiliza con demasiada frecuencia, le llamamos amigo a cualquier persona con la que socializamos un rato, nos la pasamos bien, nos divertimos, pero en realidad, ¿romperían el techo por nosotros para llevarnos a Cristo? ¿Romperíamos nosotros el techo para llevar a nuestros amigos a Jesús? 

Siendo creyentes no podemos conformarnos con una amistad de apoyo mundano, en el que todo es un te doy a cambio de algo. Vivimos en un mundo sin Dios, sin fe, damos a los demás y  esperamos a cambio un reconocimiento, incluso un favor cuando lo necesitemos nosotros. Los creyentes no debemos conformarnos con una amistad mundana, los creyentes tenemos la obligación de llevar a nuestros amigos a Dios

No es suficiente con llevar a nuestros amigos al templo, debemos hablarles de Dios con nuestra vida. Recordemos que las palabras se las lleva el viento, pero el ejemplo arrastra. ¿Qué techo tengo que romper para llevar a mis seres queridos a Dios? ¿Qué vicio o mala actitud debo dejar para llevar a las demás personas a Dios? Quizá debo romper con la ira, con el orgullo, con el egoísmo, con la falta de perdón. Quizá debo dejar de fumar, dejar de victimizarme esperando que los demás se compadezcan de mi; cuando hacemos este tipo de cosas nunca pensamos que hay otras personas con vidas más difíciles que la nuestra, y que muchas veces la soportan con mejor actitud. La fe rompe techos es testimonio, y el testimonio se da con hechos.

Quitémonos los prejuicios, y rompamos techos con Fe. Quitemos el prejuicio de que Dios no escucha nuestras oraciones, quitemos el prejuicio de que los demás no se merecen que pidamos por ellos, la oración nunca será echar perlas a los cerdos. Oremos confiados en que Dios escucha y aceptando su voluntad, sea cual sea, concientes de que Dios tiene sus tiempos y sus tiempos son perfectos, y de que las resoluciones de Dios siempre superarán a las nuestras, pues Él sabe lo que es mejor para nosotros.  Oremos por nuestros enemigos, oremos por nuestros seres queridos, intercedamos por ellos ante Dios, quien al ver la fe de los amigos del paralítico, decidió curarle. ¿Cuántos paralíticos podrán ser curados no tanto por su fe, sino por la nuestra? 







lunes, 23 de julio de 2018

La negación de San Pedro a Cristo




Jesús, que todo lo sabe, puesto que es Dios,  le aseguró a Pedro que antes de que cantara el gallo dos veces, Pedro ya le habría negado tres. Y así fue. 

Cuántas veces nosotros nos hemos convencido a nosotros mismos que en caso necesario podríamos dar la vida por el nombre de Jesús. Qué triste es, sin embargo, darse cuenta que el ser humano es bueno en planificar grandes cosas, las cuales son muchas veces utópicas, imposibles, poco viables, y aún así, para las cosas del día a día fallamos tanto. Soñamos mucho, actuamos poco. 

Cuántos de nosotros podríamos en este momento responder a nuestro Señor Jesús como respondió San Pedro y decir: "Señor, yo nunca te negaría, antes que negarte, preferiría morir por ti, y contigo." Pero ya vimos en cabeza de San Pedro que es más fácil el decir que el actuar. No solamente se le niega a Dios cuando nos preguntan abiertamente si creemos o no en Él, y que algunas veces por vergüenza  preferimos pasar de la respuesta por evitar problemas; ésto en sí ya es negar a Dios, pero negarle también es el no hacer lo que él nos ha enseñado.

Nuestro Señor nos dejó básicamente dos mandamientos a seguir, amar a Dios con todo nuestro ser y por sobre todas las cosas (y personas), y amar al prójimo como a uno mismo. No podemos dar lo que no tenemos, así que amarnos a nosotros mismos, respetarnos nosotros mismos, cuidarnos nosotros mismos, es fundamental para poder amar a los demás.

No podemos decirnos cristianos, en otras palabras, seguidores de Cristo, si no hacemos lo que Él nos ha  mandado, de otro modo ¿qué testimonio estamos dando?

Negamos a Dios cuando renegamos de su voluntad, por más difícil que sea ésta, sea la muerte de un ser querido, las dificultades con un hijo, una pesada enfermedad, incluso cuando nos quejamos de la comida que tenemos en la mesa cuando es algo que no nos apetece demasiado, y sin embargo tenemos comida. Negamos a Dios con nuestras actitudes, no precisamente porque digamos no lo conozco, sino porque nos comportamos como si no lo conociéramos, y eso, es lo que ve la gente que nos rodea, es nuestro testimonio.

Decimos que amamos a Dios, decimos que somos cristianos, católicos, pero no nos comportamos realmente como tales. Aunque no neguemos a Dios con palabras, sí que lo negamos con las acciones que hacen al resto del mundo decir, por eso no soy creyente. Recordemos a San Francisco de Asís, diciendo que tengamos cuidado con nuestra vida, porque quizá sea el único Evangelio que alguien conozca. 

Negamos a Dios cuando en vez de ayudar al prójimo, muchas veces les criticamos, es más fácil criticar que tener misericordia, y sin embargo, la crítica es matar la honra de las personas, ahí faltamos al quinto mandamiento. Negamos a Dios cuando en lugar de procurar el bien del indefenso les vemos pasar y no hacemos nada por ellos. El mundo necesita fe, testimonio, amor.

No sólamente los que buscan negar la existencia de Dios ven nuestras acciones, también Cristo, desde su lugar, veía cómo Pedro le negaba.