viernes, 27 de julio de 2018

Los amigos del paralítico


Jesús sana a un paralítico, ¿un milagro más? No. Este milagro lo hace el Señor no por la fe del paralítico, sino por la fe de sus amigos, que fueron capaces de romper el techo de una casa, atarlo con cuerdas y bajarlo a la vista de todos, sin importar el ridículo o las habladurías, todo para que su amigo fuera visto por Jesús. Esto debe cuestionarnos ¿qué estamos haciendo nosotros por nuestros amigos?

La palabra amigo  hoy en día se utiliza con demasiada frecuencia, le llamamos amigo a cualquier persona con la que socializamos un rato, nos la pasamos bien, nos divertimos, pero en realidad, ¿romperían el techo por nosotros para llevarnos a Cristo? ¿Romperíamos nosotros el techo para llevar a nuestros amigos a Jesús? 

Siendo creyentes no podemos conformarnos con una amistad de apoyo mundano, en el que todo es un te doy a cambio de algo. Vivimos en un mundo sin Dios, sin fe, damos a los demás y  esperamos a cambio un reconocimiento, incluso un favor cuando lo necesitemos nosotros. Los creyentes no debemos conformarnos con una amistad mundana, los creyentes tenemos la obligación de llevar a nuestros amigos a Dios

No es suficiente con llevar a nuestros amigos al templo, debemos hablarles de Dios con nuestra vida. Recordemos que las palabras se las lleva el viento, pero el ejemplo arrastra. ¿Qué techo tengo que romper para llevar a mis seres queridos a Dios? ¿Qué vicio o mala actitud debo dejar para llevar a las demás personas a Dios? Quizá debo romper con la ira, con el orgullo, con el egoísmo, con la falta de perdón. Quizá debo dejar de fumar, dejar de victimizarme esperando que los demás se compadezcan de mi; cuando hacemos este tipo de cosas nunca pensamos que hay otras personas con vidas más difíciles que la nuestra, y que muchas veces la soportan con mejor actitud. La fe rompe techos es testimonio, y el testimonio se da con hechos.

Quitémonos los prejuicios, y rompamos techos con Fe. Quitemos el prejuicio de que Dios no escucha nuestras oraciones, quitemos el prejuicio de que los demás no se merecen que pidamos por ellos, la oración nunca será echar perlas a los cerdos. Oremos confiados en que Dios escucha y aceptando su voluntad, sea cual sea, concientes de que Dios tiene sus tiempos y sus tiempos son perfectos, y de que las resoluciones de Dios siempre superarán a las nuestras, pues Él sabe lo que es mejor para nosotros.  Oremos por nuestros enemigos, oremos por nuestros seres queridos, intercedamos por ellos ante Dios, quien al ver la fe de los amigos del paralítico, decidió curarle. ¿Cuántos paralíticos podrán ser curados no tanto por su fe, sino por la nuestra? 







lunes, 23 de julio de 2018

La negación de San Pedro a Cristo




Jesús, que todo lo sabe, puesto que es Dios,  le aseguró a Pedro que antes de que cantara el gallo dos veces, Pedro ya le habría negado tres. Y así fue. 

Cuántas veces nosotros nos hemos convencido a nosotros mismos que en caso necesario podríamos dar la vida por el nombre de Jesús. Qué triste es, sin embargo, darse cuenta que el ser humano es bueno en planificar grandes cosas, las cuales son muchas veces utópicas, imposibles, poco viables, y aún así, para las cosas del día a día fallamos tanto. Soñamos mucho, actuamos poco. 

Cuántos de nosotros podríamos en este momento responder a nuestro Señor Jesús como respondió San Pedro y decir: "Señor, yo nunca te negaría, antes que negarte, preferiría morir por ti, y contigo." Pero ya vimos en cabeza de San Pedro que es más fácil el decir que el actuar. No solamente se le niega a Dios cuando nos preguntan abiertamente si creemos o no en Él, y que algunas veces por vergüenza  preferimos pasar de la respuesta por evitar problemas; ésto en sí ya es negar a Dios, pero negarle también es el no hacer lo que él nos ha enseñado.

Nuestro Señor nos dejó básicamente dos mandamientos a seguir, amar a Dios con todo nuestro ser y por sobre todas las cosas (y personas), y amar al prójimo como a uno mismo. No podemos dar lo que no tenemos, así que amarnos a nosotros mismos, respetarnos nosotros mismos, cuidarnos nosotros mismos, es fundamental para poder amar a los demás.

No podemos decirnos cristianos, en otras palabras, seguidores de Cristo, si no hacemos lo que Él nos ha  mandado, de otro modo ¿qué testimonio estamos dando?

Negamos a Dios cuando renegamos de su voluntad, por más difícil que sea ésta, sea la muerte de un ser querido, las dificultades con un hijo, una pesada enfermedad, incluso cuando nos quejamos de la comida que tenemos en la mesa cuando es algo que no nos apetece demasiado, y sin embargo tenemos comida. Negamos a Dios con nuestras actitudes, no precisamente porque digamos no lo conozco, sino porque nos comportamos como si no lo conociéramos, y eso, es lo que ve la gente que nos rodea, es nuestro testimonio.

Decimos que amamos a Dios, decimos que somos cristianos, católicos, pero no nos comportamos realmente como tales. Aunque no neguemos a Dios con palabras, sí que lo negamos con las acciones que hacen al resto del mundo decir, por eso no soy creyente. Recordemos a San Francisco de Asís, diciendo que tengamos cuidado con nuestra vida, porque quizá sea el único Evangelio que alguien conozca. 

Negamos a Dios cuando en vez de ayudar al prójimo, muchas veces les criticamos, es más fácil criticar que tener misericordia, y sin embargo, la crítica es matar la honra de las personas, ahí faltamos al quinto mandamiento. Negamos a Dios cuando en lugar de procurar el bien del indefenso les vemos pasar y no hacemos nada por ellos. El mundo necesita fe, testimonio, amor.

No sólamente los que buscan negar la existencia de Dios ven nuestras acciones, también Cristo, desde su lugar, veía cómo Pedro le negaba.